LA NUEVA ECONOMÍA
El
mundo no sólo se enfrenta a la pandemia del COVID-19, la recesión
económica mundial se avizora como la más compleja desde 1929.
Organismos internacionales y especialistas en economía la han
nombrado como “el gran confinamiento”. El reto a superar consiste
en reactivar las actividades económicas, en un escenario en donde lo
que se impide es activar los sectores productivos.
Son
muchas las industrias las que han resultado afectadas y que
desafortunadamente no están programadas para una reactivación
inmediata. Sectores como el turismo, los grandes eventos deportivos,
los centros comerciales o las franquicias de comida rápida no tienen
una fecha para su recuperación. Aún más, la demanda de este tipo
de servicios y productos se verá disminuida ante el desempleo y la
pérdida del poder adquisitivo de los mexicanos.
Otro
de los datos alarmantes que ha sido señalado con anticipación es la
aceleración en la crisis alimentaria. Ante el cierre de fronteras y
la disminución de las exportaciones y las importaciones cada país
deberá ser autónomo en la producción de sus alimentos. Esto es un
referente que no podemos dejar pasar desapercibido. Es como si
volviéramos a la etapa de la economía agrícola en donde la
generación de la riqueza está vinculada a la producción de la
tierra. México debe tener la capacidad de reinventarse a través del
campo y recuperar nuestra soberanía alimentaria.
En
este escenario de crisis la urgente producción agrícola puede ser
un contexto inédito para Tlaxcala y todos debemos voltear a verlo.
En Tlaxcala contamos con una tierra extraordinaria y generosa que es
fértil para varios tipos de cultivo. Durante muchas décadas
nuestros gobernantes se enfocaron en el sueño de la
industrialización. Gobernadores de todas las fuerzas políticas se
concentraron en el diseño de corredores industriales y salían de
México para buscar empresas que se asentarán en terreno
tlaxcalteca.
El
campo y los campesinos fueron olvidados. La tierra tlaxcalteca fue
ignorada y sólo se diseñaban programas que otorgaban un simbólico
apoyo para fertilizantes o asesoría técnica. La idea principal
consistía en atraer inversionistas, incluso eso llevó a que se
asentaran en Tlaxcala un amplio número de universidades tecnológicas
y politécnicas.
Ahora
es el turno del campo tlaxcalteca, de hacer de nuestro estado el
vergel de México y demostrar que la tierra no es sinónimo de
pobreza y precariedad. Hagamos justicia en el campo y enfoquémonos
en desarrollar proyectos en donde generemos una economía circular.
Debemos aprender a producir con asesoría técnica. También buscar
mercados de consumo que garanticen precios competitivos y que
garanticen un nivel de vida óptimo a nuestros campesinos. Es
necesario el apoyo de las universidades para desarrollar planes de
expansión regional y establecer metas que nos permitan llevar los
productos del campo a toda la república mexicana.
Soy
del municipio de Tepeyanco y conozco la generosidad del campo
tlaxcalteca. También tengo constancia del trabajo y compromiso de
las mujeres y hombres que siembran y cosechan con sabiduría nuestra
tierra. Pero también conozco la incertidumbre ante la falta de
asesoría técnica o los enormes gastos que se generan en las cadenas
productivas ante la falta de mercados de consumo garantizados. Llegó
la hora de quitarnos la equivocada idea “trabajar el campo es para
pobres” estamos en un contexto en donde la economía cambió y
siguiendo la Pirámide Masllow hemos confirmado que en esta crisis
podemos prescindir de muchos productos y servicios, pero la
producción de alimentos es imprescindible. Leamos con visión
empresarial este momento y unamos fuerzas para escribir una nueva
historia para Tlaxcala. En Tepeyanco vamos a trabajar para hacer del
campo el eje más importante de la economía municipal.
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