ECONOMÍA DE SERVICIOS

Estudié en la Escuela Secundaria Técnica No. 12 del municipio de Tepeyanco. Diariamente caminaba del centro de la cabecera municipal a la escuela. Como en la gran mayoría de municipios de Tlaxcala, junto al parque se encuentran tiendas de abarrotes, negocios de comida, personas con triciclos vendiendo tamales y heladeros. A la hora de la salida estaban las combis del transporte público esperando a mis compañeros para llevarlos a sus comunidades. Durante el día pasaba el camión de la basura y en casa teníamos agua potable. En Tepeyanco tenemos vecinos que son albañiles, herreros, campesinos, carpinteros, sastres y amas de casa que en la tarde-noche venden elotes, molotes, quesadillas y tacos. Esta era nuestra vida de todos. Cada amanecer estaba bañado de sol y las tardes y las noches se recibían con alegría. Sin darnos cuenta éramos felices. Hoy las cosas han cambiado. Eso que parecía tan normal y común ya no ocurre. 
La epidemia que enfrentamos ha radicalizado nuestras vidas. Hoy los negocios tiene que cerrar, el transporte público no tiene estudiantes que desplazar, las escuelas están cerradas, nuestros parques se ven llenos de soledad, cada amanecer está lleno de preguntas y los empleos se están perdiendo. La ecuación se dice simple, pero es muy difícil de soportar, Debemos elegir entre “la economía o nuestra salud” y a pesar de todo eso, en Tlaxcala existen aún muchos sectores de la población que se rehúsan a dejar su comercio o sus empleos. Es comprensible su resistencia, ya que son familias que viven al día y necesitan vender o trabajar para llevar el sustento a sus hogares. Esta prueba que hoy vivimos exige de la solidaridad de todos nosotros. No solo para mantenernos sanos, sino también para recuperarnos económicamente. 
El premio nobel de economía Paul Krugman recientemente escribió que solo una economía de servicios podrá sacarnos de esta crisis sanitaria y económica. Cuando aborda esta idea no se refiere al sector terciario de la economía. El nobel de economía y ganador del premio Príncipe de Asturias señala que debemos pasar de una sociedad de consumo a una que tenga el afán de “servir” y así ayudarnos de forma colectiva.
Hasta hoy valoramos el saludo al encontrarnos en la calle, al señor que recoge la basura, a la señora de la tienda, al joven que maneja la colectiva, al estudiante que paga su pasaje, a la obrera que se compra un elote, al albañil que compra el cemento y al médico y la enfermera que sale con angustia ante el COVID-19. Extrañamos pasear en el parque, correr a la escuela, ir a bailar, reír con los amigos en un café, visitar a nuestros seres queridos y poder tocarnos como una forma de demostrar nuestro afecto. 
Servir y dar gracias son las acciones que pueden marcar la diferencia. Hoy la humanidad se está haciendo más humana. Debemos servir y hacerlo con emoción. Cuando pase esta contingencia no podemos volver a ser los de antes, debemos ser mejores. Nos queda claro que todos necesitamos de todos. El más acaudalado y el más humilde viven en el mismo planeta y comparten la misma fragilidad en la vida. Esa economía de servir exige del autoconsumo comunitario, de la producción con calidad y también con calidez, de ver la forma de como apoyarnos y también recibir apoyo. 
Servir es diferente a solo vender. Productos y servicios rebasarán la sola frontera de la producción en masa, porque es fría y material. Volveremos a producir pensando en la satisfacción de nuestros semejantes, sabiendo que cada producto y servicio es determinante en la vida de cada uno de nosotros.
La reactivación económica no se dará con la sola inyección de capital, requerirá de una nueva forma de servir y una mejor manera de agradecer. Esa forma de agradecer se dará adquiriendo, contratando, solicitando y pagando esos productos y servicios. Debemos avanzar unidos para la recuperación mundial. Para ello debemos trabajar sin exclusiones, sin divisionismos, sin ideologías que enfrenten o acciones ventajistas. 
Deseo cerrar esta columna recodando a otro nobel, pero ahora de literatura, al escritor Gabriel García Márquez.
“La distancia no es un problema. El problema somos los humanos, que no sabemos amar sin tocar, sin ver o sin escuchar. Y el amor se siente con el corazón, no con el cuerpo”

Dip. Isabel Casas Meneses. 

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