Los contagios y fallecimientos por COVID-19 están en fase de ascenso. La velocidad y propagación son alarmantes y al mismo tiempo los problemas económicos se hacen insostenibles. ¿Qué podemos hacer? ¿cuál es la mejor forma de actuar? ¿hasta cuándo deberemos tolerar esta situación? La columna de esta semana tiene el propósito de compartirte algunas reflexiones. La Organización Mundial de la Salud no ha asumido que este nuevo CORONAVIRUS se propague a través del aire. Sin embargo, la comunidad científica, médicos, infectólogos e investigadores han comenzado a usar una frase “evidencia contundente” y con ella nos están diciendo que no es necesario esperar la comprobación científica y que es determinante el uso de cubrebocas. Nos están diciendo que la sana distancia no es suficiente para evitar que seamos contagiados. ¿Por qué? Sucede que el virus es de una dimensión tan pequeña que no cae inmediatamente al piso y puede estar suspendido en el aire por algunas horas y en ese tiempo podemos respirarlo e infectarnos. Por ello es determinante que usemos mascarillas, caretas y cubrebocas. Podemos guardar la sana distancia, pero si asistimos a un espacio en donde haya quedado alojado el virus, estaríamos respirándolo. El reto mayor está en los espacios cerrados. Y esto es doblemente preocupante porque representa un obstáculo para muchas actividades comerciales y laborales. Un establecimiento puede estar debidamente aseado, el encargado tener la precaución de proporcionar gel antibacterial y pedir a sus clientes que guarden la sana distancia. En esos casos intervienen dos variables que son el tiempo y la cantidad del virus. Es decir, que si no está debidamente ventilado el local y el virus no encuentra salida, estará suspendido en el aire y el personal que ahí labora y los clientes pueden estar respirándolo a pesar de guardar la sana distancia, usar gel antibacterial y estar limpio el local. Estos criterios son vitales para los dueños de negocios, el personal y también para los clientes. Por eso no debemos saturar los espacios cerrados, sólo estar en ellos en casos extremadamente necesarios y por un tiempo mínimo. Como diputada ciudadana he sentido el deber moral de compartir esta información a la que seguramente muchos hemos podido acceder. Pero el propósito principal de esta columna no es la difusión. Mi deseo es generar conciencia y compromiso. Es cierto que quienes tenemos la oportunidad de ser representantes populares tenemos la obligación de realizar acciones que sólo pueden ejecutarse desde el poder público. Pero esta contingencia sanitaria exige de un poder superior y se trata de la conciencia ciudadana. He sido testiga de mujeres y hombres que ejercen el comercio ambulante y lo hacen usando cubrebocas. Adultos mayores que salen a ganarse la vida trabajando con absoluta responsabilidad, cuidándose a ellos y también a sus clientes. Desafortunadamente también hemos observado celebraciones sociales y fiestas parroquiales que no deberían estarse desarrollando. Aglomeraciones innecesarias que se ejecutan por incredulidad y que han cobrado vidas. Fiestas que podían ser aplazadas y salidas innecesarias a la vía pública. Nuestra cultura, tradiciones, vicios, egoísmo y falta de solidaridad en muchos casos no están poniendo en riesgo. Ningún esfuerzo gubernamental será suficiente si no actuamos unidos para enfrentar al COVID-19.¿Cómo podemos salir delante de esta situación? Con disciplina para realizar las medidas sanitarias, solidaridad para consumir local, compromiso para cuidarnos y conciencia para cuidar a los demás, con valor para no ser presas del pánico y un enorme empoderamiento ciudadano. Dip. Isabel Casas Meneses.
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